14º RELATO. La Fuente Vital.

14º RELATO. La Fuente Vital.

Sus murallas, la hacía omnipotente sobre la llanura, sus sombras desde l a salida hasta la puesta del sol lograban marcar las horas de la jornada. El campesino no necesitaba prestar más atención a otra cosa que no fuera la posición de la alargada y majestuosa sombra de la torre, desplegada por la campiña doblegando su caída en kilómetros a la redonda.
Los transeúntes de las diferentes ciudades colindantes la admiraban por su inexpugnable grandeza. Sus habitantes siendo justos no habían de temer nada del exterior pues tanto en momentos álgidos como menos halagüeños podían cerrar las puertas y subsistir hasta que los enemigos si los hubiera en el exterior se aburrieran del acoso. Al menos eso se pensó siempre.
Contaba nuestra ciudad entre sus fieles protecciones con todas las necesidades para alimentar más que suficiente a sus habitantes. Desde tierra cultivable para los trigales, base del pan; olivos, vid e infinidad de sustentos. Casi se podría haber llamado Jauja.
Plantada encima de uno de los acuíferos más ricos conocidos en el entorno, admirado por todos los viajeros que circundaban sus calles y plazuelas. Aquí tocas una piedra con un palo y mana agua, rico fluido, manjar de dioses y base principal de la grandeza de nuestra historia. Verdaderamente como dioses vivían en la ciudad, sus habitantes. Además de poseer unas relaciones inmejorables con las ciudades cercanas. La cordialidad había estado siempre presente gracias a los intercambios de nuestra parte del fluido vital por otros utensilios, como los aperos de labranza, los cestos de palma o caña, las pieles, etc., más dado sus artesanos que los nuestros, sea precisamente por ello o por no haber tenido necesidad de aprender nosotros de esas habilidades.
Surgían mandatarios de una cara o de otra, moría uno se colocaba otro, como siempre se dijo, a rey muerto, rey puesto. Alguno más avaricioso que otro, pero relativamente siempre encontró dónde asirse de lo necesario para saciar su pecado. Pero a fin de cuentas era el rey: inteligente, fuerte, diestro en el manejo de las armas, de las leyes, de ideas claras, y honrado. Bueno todo eso como son los reyes, por lo menos hasta que dejan de serlo, claro. Sigamos, sigamos que nos salimos de la vereda.
Nunca tuvimos verdaderos problemas pues ningún rey tocó el bien que pertenecía a todos sin estar escrito en ningún sitio más que en las mentes de todo el pueblo. No había distinción social para ello. El fluido vital. Era la riqueza común, con ella no se juega, sirve para darnos el verdadero nombre y hasta los reyes han comprendido esto siempre. La vida no se toca y el fluido es vida. Hay muchas y diferentes maneras de ostentar el poder, incluso logrando la veneración de tus súbditos.
La avaricia rompe el saco, dice un antiguo dicho. Y para que la vida sea vida y esta historia fuera real y no leyenda, debía llegar el rey más rey de todos los reyes, al menos eso creía él, para transgredir todas estas leyes no escritas. Igual pensó que no había otra manera de hacerse respetar, o quizás por eso mismo.
Tuvo que comerciar con el fluido vital, para esclarecer sus ideas para con el pueblo, mostrarle su superioridad y descendencia divina, manipulando ese sustento social que ningún otro rey había osado tocar.
Construyó conductos para la canalización del fluido vital con ayuda de sus secuaces para seguidamente hacer pagar a los ciudadanos por su uso y disfrute, cosa inimaginable en la época anterior a su mandato. Cobrando por cualquier medio a los verdaderos dueños del fluido por su uso y tenencia.
Pero el pueblo como pueblo falto de cultura y enseñanzas, falto de líderes que lo guíe por el buen sendero no entiende sus intenciones y se esfuerza y paga. Al fin y al cabo ha nacido para ser fastidiado en sus días de existencia. No logra comprender por qué ha de pagar por algo que además de suyo de siempre hay hasta para comerciarlo con las ciudades vecinas.
Las fuentes de la plaza dejaron de fluir, de alumbrar el verdadero nombre que nuestra ciudad se merecía por su belleza. Fuentes en cada esquina de la ciudad, algunos incluso la conocían como la ciudad de las mil fuentes. Parecía que sabían que esto ocurriría que evitaron ponerle ese nombre.
Al rey se le ocurrió modernizar nuestra ciudad dotándola de unas alcantarillas para evitar el vertido incontrolado de las aguas fecales, todo por nuestro bien, pero claro obligando al pueblo a una contribución para las obras.
El bollo diario de ración debió de recortarse a la mitad para poder lograr satisfacer las ansias del rey. Bueno y para salvar el pellejo. El rey no lograba convencernos de los hechos para nuestro bien pues el estómago cada vez costaba más llenarlo. Sería todo para nuestro bien pero como en todos sitios siempre es más bien para unos que para otros. Pensaría que siempre es mejor tener contentos a unos cuantos fuertes que a muchos débiles, a fin de cuentas puede todo acabar en un fiasco.
Las cosas se iban poniendo cada vez más duras. El rey justificaba todo en nuestro bien y su buen don de palabra. Pero hay cierto dicho popular que nos recuerda: “quién mucho justifica, algo habrá de justificar”. Pues es: menos explicaciones y el que no esté de acuerdo que hubiera elegido el lugar donde nacer.

La vida da muchas vueltas. El mal no vino desde dentro sino desde las ciudades colindantes. El coste del fluido no subió solamente para los vecinos de nuestra ciudad, claro. Sino que las viandas exigidas a las otras ciudades a cambio del fluido fueron elevándose de una forma exagerada. Las negociaciones con los reyes cercanos fueron desviándose de las verdaderas intenciones hasta acabar  en declaración de guerra.
Todo ello gracias a la prepotencia que le otorgaba, ser el  dueño de la gallina de los huevos de oro, a nuestro rey.
Los reyes restantes les recordaron los años de gracia que habían disfrutado, de la importancia para todos de la hermandad y de lo poco que sirve una persona sola. Tanto es el dicho. Un hombre solo, no sirve ni para hacerse sombra. Rogamos te lo pienses. No  hay nada que pensar, fue la respuesta que obtuvieron.
Las protestas a la puerta de la ciudad vital por parte de los vecinos fueron creciendo. Solución de nuestro rey, muy en su línea, cerró las puertas de la ciudad.
No contaba con el envenenamiento de todos los pozos de la ciudad por parte de algunos ciudadanos del exterior antes de salir siguiendo las consignas de los otros reyes. Bien es cierto que algunos perdieron la vida en el intento.
Con el transcurso de los días se empezó a notar la debacle. Gente por toda la calle enferma, muriendo por el envenenamiento o por falta del fluido vital. Únicamente los cercanos al río lograban sobrevivir, aunque no por muchos días pues esa fue la siguiente jugada del exterior. Construyeron una presa en el río. Cortó toda la llegada del fluido. Los ciudadanos se levantaron contra su rey al verlo seguir en sus treces, apoyado por su disfrute del pozo real, que gracias a su vigilancia había logrado librar el envenenamiento.
Viéndose perdido, el rey tomó la solución más acorde al momento histórico que iba llegando: la época civilizada. Decidió abdicar en su hijo. El chico aunque joven había sido criado muy cerca del pueblo gracias a la reina que no había olvidado su procedencia humilde. En un tiempo cercano al rey se le hubiera pedido el suicidio o hubiera acabado decapitado por sus propios súbditos. Pero somos civilizados. El nuevo rey tomó las medidas adecuadas para restablecer las relaciones primero con su pueblo y seguidamente con sus vecinos.
Desde aquella época no hubo más problemas con nadie. La ciudad recobró la normalidad. Las mil fuentes lograron brillar de nuevo.
El antiguo monarca se dedica desde entonces a pasear por los grandes espacios naturales que posee. Juega de vez en cuando a un juego muy de moda: el dominó. No era todo lo inteligente para el ajedrez. Y parece que va a publicar el primer tomo de sus memorias.
Será recordado por el buen sentido común por fin descubierto en su interior, aunque después de una dura terapia de grupo.
En verdad sus muchos logros fueron ensombrecidos por su mala cabeza guiada por los pecados más mortales.
A los reyes que se olvidan de su cuna.

13º RELATO.“AMIGOS”. La Odisea De la Cartera.

13º RELATO.“AMIGOS”. La Odisea De la Cartera.

En nuestro pueblo como en todos, pues al parecer ocurre en los sitios más recónditos, tenemos tantos “amigos”.
En nuestro pueblo tenemos un cartero que no por listo, igual lo es, sino por mucho de oficio en el lugar de referencia, sabe de los vericuetos necesarios para no dar más pasos de los ineludibles en s diatriba diaria de hacer llegar la correspondencia a su destinatario. Pero como todas las personas con trabajos de personas, no todas claro, cogió sus, bien merecidas, vacaciones.
Con plena diligencia en su quehacer el mandatario correspondiente nos colocó otro cartero, bueno era cartera, cosa muy beneficiosa para todo eso de la igualdad y demás, pero que no viene a cuento aquí. Sí haremos referencia a su subcontrato, por hacer algo vamos no del todo, todo…
Ésta se encontró un trato agradable y todo el apoyo por parte del resto de la plantilla habitual, no obstante no es suficiente ya que normalmente se reparten por zonas determinadas y por tanto cada uno a su zona.
Llenó su carrito, que modernura esto de los carritos, bien les alivia el peso de tanta propaganda, hasta la mitad por sugerencia de los experimentados compañeros. Con toda su energía de novata, los croquis e indicaciones de sus compañeros, se hace a la calle y comienza su andadura de primer día de odisea. Sigamos. Primera calle, primera casa: Don Fulano calle tal, el hombre en la puerta, muy bien. Buenos días, ¡qué hay!, usted es nueva, ¿y nuestro habitual cartero, nos lo habéis jubilado? Pues sí, bueno no. Vamos, quiero  decir que soy nueva, pero que no han jubilado al otro cartero, sólo tomó vacaciones, que no es tan viejo como para jubilarse. ¡Ah no están viejo. Como tarda tanto en repartir las cartas! Bueno que tengo camino por delante, Gracias. Regular como piensa el vecino de los carteros.
¡Hola! ¿Sabe quién es Mengano?, es que la dirección no corresponde con la indicada, ya pregunté y no supieron contestarme en esa dirección. Sí claro, mira en la calle hay catorce Menganos pero Fulgencio debe ser el del piso aquel con el número tapado con barro. Pregunte allí  a ver si hay suerte. Le conocemos como el “Pipas” pero eso no lo pondrá en la carta. ¡Verdad! , como comía tantas pipas, pues…Gracias de todas formas, lo intentaré.
¡Holaaa…! Carteroooo… Vive aquí Mengano Fulgencio. Sí gracias. Es que como no tiene número en la puerta. Sí es por culpa de los chicos que como decían el número tapado con barro, cuando les preguntaban, pues lo tapamos para que verdaderamente correspondiera con la realidad. Cosas de críos, ya se sabe. Bueno, bueno muchas gracias, aquí tiene sus cartas. Regular, dice que cosa de críos, a ver quién está peor, los niños o los padres.
Perdone me puede decir si conoce a Mengano Fulgencio Trocito Más. Sí me parece que es esta casa seguida. Toque en la puerta, es un buen amigo, no se preocupe. Anda dice que es buen amigo y me dice que no sabe seguro si es el nombre o no.
Buenos días, sus cartas. No, pero no son para mí, yo me llamo Mengano Fulgencio Y Otro Más, pero el que buscas vive en la casa de los azulejos de tacones. Era conocido por todo el mundo por vender los zapatos de tacones más bonitos y fuertes de todos los alrededores. Tenían una almohadilla en el centro, que te venían de perlas para las verbenas de los toros, esas que de tanto bailar, acabas saliendo en el “videdo camunitario”. ¿Usted no tiene zapatos de él? Si quiere le puedo hablar. Claro usted no será de aquí. No, pero muchas gracias. No los necesito de momento, gracias por su sugerencia, gracias. Aquí el que no corre vuela, menuda gente especial la de este pueblo. Todo el mundo a qué se dedica el vecino por las noches después de tirar la basura, enciende la luz de la despensa para pensar. Pues son todos muy amigos, pero no saben ni cómo se llaman. Bueno a mí me da igual, intentaré repartir lo que me queda si no quiero volver con medio carro todavía, que el contrato del mes va a resultar indefinido.
Hola buenas, ¿Don Mengano Fulgencio Trozito  Más’. Sí es usted, pues firme, tiene usted una carta certificada. Certificada. No será de Hacienda. Es que yo por las noches fabrico los mejores zapatos de tacones con almohadilla del mundo. Les servirá perfectamente para las verbenas de los toros, cuando tanto se baila que hasta acaba saliendo en el “videdo camunitario”. Sí ya, pero no, es de un particular, gracias tengo ya zapatos, gracias no me puedo parar más. Ya me contaron. ¡sí, quien el “Piernas”!. Sí es un buen amigo vive en la casa de ahí arriba, su mujer es muy buena persona, hace un estofado calentito para chuparse los dedos. ¿Cómo se llama? Mari, sí me parece que le dicen la Mari, Adiós.

Bueno menos mal que a partir de aquí comienza una barriada nueva y los números están recientes. Bueno hay dos números ahora, uno reciente y otro antiguo, habrá que guiarse por el antiguo como me dijeron en la oficina. Al parecer ponen el antiguo por falta de costumbre y porque si no podría mandar la carta al número del amigo de arriba. Deberían permitir las referencias por el apodo, a ver si así se conocen de verdad. Muy amigos y todo lo más pero… me doy cuenta de la apreciación de la palabra “amigo”, del apodo y de diferentes alusiones de la gente que tenemos por costumbre, cuando verdaderamente cada casa es un mundo como dice el refrán. Seremos lentos los carteros después con lo facilito que es saberse todos los entuertos estos.
Bueno si no es usted por qué no puso su apodo a ver si así lo conocen. Oiga no se ponga así que tampoco es para tanto, para el trabajo que hacen, repartir cuatro cartas, también se van a quejar. Tome su correspondencia, y perdone no he querido molestarla.
Desde luego, vaya día después somos lentos. Este mes, buff ya va quedando menos, si no me hiciera tanta  falta el dinero. Pedazo de mosqueo me ha pillado la señora.
La barriada nueva ha sido diferente. Todo a su sitio y parece que hasta me ha calmado un poco.
Por fin el rótulo de la oficina a la vista. Me suena a un oasis en el desierto. Les cuento a mis compañeros mi particular odisea. Mi batallador día. Me responden que este y los otros pueblos son iguales. La celestinesca surge de tantas anécdotas de la relación de vecinos que se conocen más por quién tuvo cuatro o cinco novias o novios que por su amistad,  su nombre o algún distintivo lógico. Le darán valor a lo desconocido aumentándolo para quitárselo a lo cercano y cotidiano aunque a las malas se maten por ello. Ya se dijo, no serás profeta en tu tierra. Todo el mundo sabes lo que eres, pero quien vivirá contigo sí te lo reconoce. El “amigo” es muy ligero.
Sí ese es amigo mío, trabaja en aquel sitio, tiene un coche rojo SCX80 con aire acondicionado, una vez me invitó en el bar y yo lo invité a él dos veces, me debe una. El nombre no me acuerdo ahora mismo, pero se lo pregunto a mi mujer que es muy amiga de la suya.
Es una forma muy peculiar de tener “amigos”. Cierro mi puerta y el mundo comienza de verdad. El interior de mi casa limita la amistad.
Ya irás aprendiéndote los motes, las costumbres de los pueblos,  tan junto vivo que no te conozco.
Intentaremos aparentar todo lo contrario pero aparece de pronto alguien, nos cuenta su vida, se olvida de por quién le preguntamos, nos convence de que debemos escucharle. Cuando llega el tiempo previsto en perder contigo, corta en seco la conversación y nos dice, bueno lo siento que tengo que recoger la ropa puesta en el horno, no vaya a arrugarse mucho el pollo con el sol que hoy está nublado y los chícharos han subido de precio.
Gracias por todo “Amiga”.

12ºRELATO. RELIQUIAS. El Burro Bien Adornado A Mi Pueblo Ha llegado.

12ºRELATO.
RELIQUIAS. El Burro Bien Adornado A Mi Pueblo Ha llegado.
Pensando el día a adía, cogemos un barreño de polivinilo, un  vaso de cristal, una bolsa de plástico que nos dan en la frutería al comprar los tomates, mil y un utensilios modernos, inexistentes en nuestro pasado, en nuestra niñez. En un pasado tan cercano como puede ser el recuerdo de nuestros padres, algunos de nosotros ni siquiera recordaremos otros utensilios que no sean de esos modernísimos.
Han ido desplazando a una velocidad exorbitante los tradicionales objetos destinados para las labores más comunes de nuestra vida cotidiana. Desde el lebrillo, la tinaja, las vasijas de mil y una formas y utilizaciones en las antiguas cocinas, el jarrón, los botijos o los cántaros. Algunos han pasado a ser meros objetos ornamentales como el jarrón que además suelen ser traídos desde China o Taiwan. Al fin y al cabo los chinos también deben comer.
Quién no recuerda la pintoresca estampa que rememoraba hace unos días por el pueblo: un burro con todos los artilugios de nuestros ancestros en lo alto de su grupa. Desde el lebrillo, las macetas decoradas a mano, los botijos vidriados o al barro y los platos de mil distintas formas y tonalidades.
Hoy se compran para adornar los más variopintos rincones de nuestras, por suertes mejores y más amplias, casas. Esas macetas para las engalanadas festividades, para colgar en la pared de las chimeneas, pues tampoco quedan hoy tragantes: verdaderas palabras en desuso no tanto por el verdadero conocimiento de sus significados como por las modas. No es que estos adornos que colgamos sean mejores o peores que los de plástico o cristal, que también habrá opiniones dispares. Pero quién no se ha parado a pensar alguna vez en el montón de características propias que se nos extinguen con la pérdida de enseñanzas antiquísimas y que en unos años estamos despreciando de manera abrumadora. Estas artesanías merecen la pena ser mantenidas y enseñadas, recuperar los artesanos como fuente de nuestra cultura. De no ser así no tardará mucho que hablemos de ella como de las ballenas, reliquias en extinción o incluso extintas ya.
Una foto le he hecho al burro bien adornado que a mi pueblo ha llegado. En cada vasija que lleva colgando se puede imaginar una historia propia de nosotros o de nuestros padres. Pues no está tan distante este ayer.
El dornillo de barro o de madera en el cuál nuestra madre preparaba el gazpacho, ese gazpacho con su sabor tan peculiar, fresquito. Fresquito pero no como el de hoy que si bien puede estar más fresco con nuestro maravilloso combi que te enfría hasta el aliento si es necesario. Pero no me podréis negar que si apareciera un día de estos un dornillo colmado de gazpacho en el lugar más sombrío de la despensa o al son del agua del pozo, con su temperatura ideal, natural no os lo trincaríais sin pensar, si era para vosotros. Ni frío ni caliente sino en su punto, qué tomar más nostálgico y maravilloso.
Y si miras el búcaro, ahora es más sofisticado decir, botijo. Verdadero nombre éste, pero no por el que en nuestra tierra se conocía. Aplicábamosle el nombre de cierto jarrón para colocar flores, pero que le vamos a hacer así le decíamos. Ese manantial de agua que surge de su pitorro, ni muy grande ni muy pequeño sino el justo que el maestro alfarero le ha sabido imprimir por toda su experimentada vida. Ahora somos más prácticos: botella de el plástico en el combi de nuevo a raudales por ese pedazo de gañote que le han hecho, claro para solventar el derrame en un vaso, gargantas irritadas y antibióticos al cuerpo. Todo eso por no nombrar el último grito en inventos para enfriar el agua del grifito directo de las máquinas enfriaguas que seguro algo tiene que ver en el invento los dentistas y los farmacéuticos, pues bien te ponen para pasar casi a la Uci.
Y que me decís del pedazo de jarrón siempre solícito para traer el agua de la fuente a la cintura o sobre la cabeza de nuestras mujeres que siempre merecían y merecerán más que un simple recuerdo en estas líneas. Hoy ha pasado a formar parte del entramado ornamental de los rincones de nuestras casas, quizás soportando unas flores o simplemente, dependiendo de su tamaño, impidiendo en verdad del barrido cómodo de algún rincón. Seguramente será hasta de origen bastante oneroso, pero por ello mismo nos resultará magnificente a sabiendas que el verdadero valor se ha quedado en el camino y poco le habrá llegado al artesano por ser de origen chino. El chinito poco habrá probado más de un plato de arrocito.
Unos trazos de los de comer  pan migado, bueno eran de eso, ya no se come pan migado o galletas maría con leche en estos tazones. Ahora “semos europeos” y desayunamos tostadas con mantequilla y café cortado. Hay que desayunar sano, aunque ahora se descubre que la mantequilla hace que el colesterol se te vaya de la mano.
Cuantos momentos te vienen a la mente con esta reliquia delante. Si la reliquia más relevante es el propio burro. Bueno ahora son asnos, como ya no van quedando le cambiamos hasta el nombre. El burro como a mi me gusta llamarle, será por afición a serlo en el colegio, es la verdadera reliquia. No debemos de perder ni un momento en enseñar a nuestros vástagos la existencia de los pocos que van quedando ene l pueblo. Que después nos gusta llevarlos al parque zoológico a que vean otros animales que no menos importantes pero sí más distantes.

Lo he fotografiado. Para algo sí que hemos avanzado, antiguamente lo tendría que haber pintado y en un rato de paso no lo hubiéramos conseguido, ni con tanta nitidez, que tampoco somos artistas del pincel. Con este invento podemos en unos segundos inmortalizar con una retratografía al burro, al búcaro, al jarrón, al tazón, a los diferentes tipos de platos de mil y una formas y colores, pero lo más importante a nuestros sueños. Podremos recordarlos en un abrir y cerrar de ojos.
No disfrutaríamos con todos estos recuerdos y tantos otros que podríamos poner en algún salón-museo para ser visitado, por quién y cuando quiera. Luego  de soñar durante un rato con nuestra vida, o con la de nuestros ancestros. A fin de cuentas nuestra vida se compone de vivencias, de recuerdos y de olvidos, del día a día. Pero ante todo de nosotros.

A nuestros abuelos.

11º RELATO. COSTUMBRES.

11º RELATO. COSTUMBRES.

Soledad por doquier, hora, diez de la noche de un día cualquiera de invierno. Lugar, nuestra tierra, el Sur, vamos Trigueros. ¡¡Qué hay!!. Buenas Noches, ¿dónde está aquí la gente de esta villa? Pregunto al camarero, de uno de los bares abiertos. En sus casas, en esta época todo el mundo se torna al hogar y trinca la puerta. Es más, hasta se acuesta pronto. Hay que madrugar que con el fresquito que corre, se pegan las mantas, me contestó el lugareño.
El pueblo, de película, no había un alma. Las calles parecían más oscuras, si cabe, que de costumbre. Luces en penumbra, desde temprano encendidas. Más larga es la noche en este tiempo que en otros más cálidos.
No pudiendo con quien hablar, anoto todo lo observado y marcho por el camino donde vine.
Me dijeron en otros lugares más norteños, de la gran afabilidad de las gentes del sur. Pero no es que no sea así, sino que dado el tiempo en que me digné visitarlo no pude comprobar la fama extendida por otros contornos.
Marzo finaliza, las flores comienzan su resurgir, con ellas el buen tiempo empieza a dar la cara, mezclado con algunas lloviznas para refrescar el ambiente y hacer retoñecer a los frutos de la tierra.
Todo ello, me hace recordar las palabras del villano que me informó en trigueros: “La buena época del lugar es como las hormigas, primavera-verano”.
No pudiendo soportar la espera, mi impaciencia me hizo volver al lugar en estas fechas. Creía poderme llevar una decepción o la confirmación de mis pensamientos.
Los días claros, sol radiante, olor primaveral, sonidos armoniosos de los canturreos de los pajarillos, las hormigas empiezan su laboriosa tarea, las abejas también. También comienzan las alergias, cuestiones típicas de la estación que comienza y nos hace rejuvenecer nuestro interior, temporada álgida. Las noches más cálidas brindan la ocasión para, hasta hacer engorroso, saludar por aquí y por allá. Como si de un rito ancestral fuera, los lugareños van sacando sus butacas playeras al acerado para tomar las briznas de aire de la noche refrescante, después del caluroso día.

Preguntas a unos y otros, jóvenes y mayores, nadie sabe despejar con claridad el origen de esta costumbre, la causa de tantos años repitiendo el rito hasta de los que dicen encontrarse mejor dentro con el aire “en Condiciones”: unos dicen “tomar el fresco”, otros “dialogar con los vecinos”. La verdad sea dicha que vecinos son de siempre, se suelen ver por la medianera de los patios, apenas si se dirigen la palabra.
En cambio, llegando esta época, que junto con las horas de madrugada son las que dan el privilegio al transeúnte al derecho al saludo. Conocidos y desconocidos se ven en las altas horas de la noche y se dirigen un gesto, unas palabras, algo.
Es extraordinario el cambio que puede hacer la luz del día, aparece el sol, y a quién vi esta mañana de temprano y me saludó ahora parece no verme, casi tropezamos en la acera, pero no decimos nada. En época otoñal ocurre igual, llegando el otoño, las hormigas empiezan a recoger sus bártulos y hasta la siguiente temporada, a pasar el letargo del invierno a buen cobijo. Nosotros somos igual.
Alguien, seguro sabe la respuesta. ¿Será cosas de la costumbre?.

10º RELATO. Centurión: Siglo XXI.

10º RELATO. Centurión: Siglo XXI.

He llegado hasta encantadora villa, de casas encandiladoras por su fuerte luz, reflejadas en sus encalados. Éstos, son una buena estrategia para soportar mejor, o por lo menos de una forma más llevadera, el calor sofocante del sol veraniego, que como dicen los del lugar: “cuando pega, pega”. Paseando por sus empedradas calles me dirijo hacia el mercado. Observo o creo, que los vecinos de dicha villa me miran sonriéndose con una risita un poquito pícara, pero seguro será fruto de mi acalorada imaginación, cuanto me refresque un tanto se me irán dichas figuraciones.
Llegando al mercado pregunto donde está la taberna para poder tomar un sorbo de aliento, para seguidamente comprar algunas viandas para mi largo y tortuosos camino hacia alguna parte. Me indican: siga a la derecha, todo seguido hacia arriba, luego otra vez a la derecha, más aún hacia la derecha y por fin llegará usted a la parte trasera de esta casa.
Bueno me digo, pero si he de llegar a las traseras de esta casa habrá un camino más corto, pero no queriendo contradecir al lugareño no fuera a tomarlo a mal, me encamino hacia la dirección indicada. No sin antes oír, ¡ándese con cuidado de los centuriones siglo XXI! No supe que contestar, así le di las gracias e inicié mi marcha hacia el mercado.
Me sentía un poco imbécil con esto de dar tan absurdo rodeo, ya me enteraré. Ya dice el dicho: “No preguntes por saber, que el tiempo te lo dirá”.
Llegué  por fin a un concurrido mercado, con sus diferentes verduleros. Sus puestos rebosantes de aquellas frutas del tiempo generosos en que nos encontrábamos. Ricas y apetitosas sandías, melones, puerros, lechugas, berenjenas, acelgas, cerezas, uvas y mil y una frutas y verduras más. Todas decían:
¡Comedme!
Más adelante en el mismo pasillo, pues estaban todos los puestos en una especie de plaza recogida en un templete, protegidos por tres paredes, de las cuales una tenía una puerta abierta para mejorar a los viandantes el tránsito a la entrada y salida de la plaza, aquí como en otros lugares aledaños, el mercado. Como decía, cerca estaban los pescaderos con sus gambas de la costa traídas por la madrugada, pescado rebosante todavía de vida, tan sólo una horas de haberlos cazado las redes del hábil pescador de una población cercana mucho más importante. Ni que decir tiene que los diferentes matarifes estaban con su ganado preparado para cuando algún cacique de la villa llegara a elegir el más apetitoso a sus ojos, pues como no es de extrañar estos lujos solamente están permitidos a dichos señores.
Tanto me distraje con aquellas viandas, aquellos manjares, que casi con verlos me alimentaban, que me descuidé del largo rato pasado por mi rocín en las puertas del mercado, pues eso sí animales fuera de los de allí autorizados no podían pasar al interior del templete. Todo esto me lo explicaron cuando me presenté en el puesto de guardia de los centuriones del siglo XXI. Al acudir allí según me indicaron. Cuando, después del susto llevado, comprobé la falta de mi montura. Como si tuviera alas allí me personé, intenté ser lo más cortés posible con aquellos señores: estilo hombres de Harrison(O bueno a los templarios, que son más de mi  época). Pedí explicaciones del motivo de tan eventual contratiempo, ya que era forastero y si de haber contravenido alguna norma de la villa habías sido fuera de cualquier intención.

Un señor corpulento me explicó que estaba denunciado, por dejar en mal lugar mi montura, por abandonarla en medio de una muchedumbre con el riesgo que ello supone para el medio ambiente. Viendo mi estado de ofuscación. Siguió explicándome que ya puestos, me denunciaba por contradecir a una autoridad y poner en riesgo la seguridad ciudadana. Atentar contra la salud pública y que me callara ya o buscaría la lista de artículos para los bienmerecedores de ellos.
Por tanto para recuperar todos mis enseres, que iban en mi montura debía de sufragar una cantidad, que no loco de mis mejores años tenía. O tomar descanso en el calabozo durante un período equivalente de días, como pago de dicha deuda. Y además que contara por ahí lo ocurrido en esta villa.
En el calabozo descubrí  la causa de mis desdichas. Había caído en las manos de la huelga, sin huelga claro, de los centuriones del siglo XXI, que para poder llamar la atención de sus conciudadanos en vez de explicar su problema e intentar conseguir el apoyo necesario para poder llevar una propuesta acorde a los tiempos, y a sus merecimientos, de sus demandas. Hacen pagar al mismo de siempre, el que menos culpa tiene, los platos rotos de la lucha doméstica de entre ellos y sus responsables directos.
En verdad se debían de pensar en algunas cosas cuando pretendemos pedir algo para nosotros, no debemos de utilizar desde nuestra posición de fuerza, las armas que nos da la ley sí, pero que fastidian como siempre a los más desdichados. Al final el poderoso se ríe, como en otras ocasiones en la cara de los pobres, de sus mentores y acaban incluso poniendo de su parte a algunos de los que teóricamente podían haber apoyado desde otra perspectiva a los centuriones del siglo XXI.

9º RELATO. Después de Leer…

9º RELATO. Después de Leer…

Me llamo Jacques, quiero haceros llegar una historia del día siguiente a la lectura de un artículo aparecido en el periódico “El fantasma Del Conquero” (Edición Mayo 1899).
Quedé suficientemente interesado en conocer por mis propios medios, aquella maravillosa creación técnica de nuestros más sabios hombres, con el fin de saber más sobre los logros para mejorar los días que por aquí estamos.
Aunque según logré descubrir, el autor del artículo escribiría por alguna publicación del lugar, pues no creo que visitara el mismo. Habida cuenta de que no es una maravilla, sino tres las maravillas enclavadas en el lugar. Bueno no voy a adelantarme a deciros la crítica surgida en mi mente sobre dicho autor tan pronto vi aquello, os iré contando. Perdonad mi impaciencia.
Me levanté al clarear el ía, un gallo, fornido en su cantar, me avisó de la hora como todas las mañanas, pero ésta era especial, me iba a embarcar en una de las grandes aventuras de mi lograda vida en mil y un viajes.
Descubriré el tan preciado molino de la Pasá Santana, me dije. Tomé mi asnín, Joe, después de haber reconfortado el gaznate con un gran tazón de leche recién ordeñada y unos buenos trozos de pan, si aquello puede llamársele así, mis alforjas repletas las puse de lo necesario para un posible largo y arduo camino: chorizo, queso, pan, tabaco y la bota bien llena.
Coloqué todo sobre Joe, junto a una manta por si la noche debiera pasarla a la luz de las estrellas, no sabía qué podía ocurrir.
Preguntando, preguntando, me encontré  junto a una presa. Levantada con grandes rocas de laja y granito, amontonadas  de una manera muy bien dispuesta para con un relleno de mortero que atara y reforzara el muro de contención de la presa. Así mismo, unas compuertas dejadas por nuestros sabios, para comunicar el agua de la presa con unos canales creados para tal fin en un lateral de la misma.
Me dije, ¡ya está!, seguro estos canales me llevarán al molino, así por lo menos lo cuenta el autor en su artículo. Sigo el curso del canal hasta llegar como estaba previsto al molino. Pero no era tan grande como podía creerse del relato mencionado. Además observé una continuación del canal. ¡Regular! Algo ocurre, esto sigue, me respondí.
Continué por el borde del canal hasta encontrarme con otro molino de similares características al primero. Estuve un rato pensando: ¿qué podía haberme ocurrido?. Estaría dando vueltas y me encontraría otra vez donde mismo. Pero no, me puse a tomar notas para así luego poder replicar al autor de pacotilla, me iba enojando con él.
Igual que antes tenía una salida el canal, seguí su curso hasta encontrar esta vez otro molino pero en ruinas, dándome cuenta entonces que no había un molino en el lugar, sino tres.
Dispúseme entonces debajo de un árbol de los abundantes en el lugar, algunos replantados. Me senté en una roca, saqué mis papeles y me interné en la réplica que pensaba hacer al periódico, cuando al rato aparece alguien, no sé, no dijo su nombre. Era joven con barbas y gafas. Estuvimos largo rato en el lugar, opinamos de lo buena que había sido la ocurrencia de algún mandatario para recuperar aquella zona para esparcimiento y disfrute de los vecinos del lugar, no como otros que creerán que el esparcimiento ha de hacerse en los parques lleno de cristales de botellas rotas, bueno eso no, que todavía no han inventado los cristales. Bueno esto en...,e s un lapsus.

Al final el personaje me dijo que yo estaba confundido de lugar, que el Molino de la Pasa Santana está donde está, como dijo el autor del artículo que a buen seguro lo visitó. De todas formas antes de criticarlo debiera conocer el lugar.
El lugar donde nos encontramos se llama “Los Molinos de Beas”. De características similares que el otro, peo que aquí se utilizó la técnica de hacerlos más pequeños y menos distanciados en el cauce unos de otros, pues así podrían hacer cosas complementarias entre todos, aunque a menor escala.
Siendo así, verdad es: “Antes de criticar es bueno conocer” nos dijo alguien hace mucho tiempo. “Es más fácil ver la paja en el ojo ajeno, que la viga en el propio”.
Animo a visitar de todas formas este merendero que han recuperado en este entorno mediante una escuela-taller o algo así, bueno eso será un invento del futuro, digo yo. Podemos echar un día de molinos y visitar los dos lugares, pues no distan tanto.
Jacques montó en su asnín Joe, saludó al de las barbas y dispuso viento en dirección al Molino de la Pasá Santana. Este molinito no se me queda por ver, se iba diciendo. Pues preguntando, preguntando allí iremos llegando…

8º RELATO. Molino Fluvial: Invento Inteligente.

8º RELATO. Molino Fluvial: Invento Inteligente.

Siempre he sabido o he creído saber, de qué está hecho el pan. Siempre ilusioné la visita de un molino. He querido ir a moler trigo, poder manipular aquellas maquinarias, seguro complicadas, necesarias para conseguir la transformación de las sémolas de trigo en harina y ésta en pan. Pero nunca se me pudo ocurrir que fueras a invitarme a visitar tu trabajo, le dije al molinero al pasar ante mi puerta, en plan de seducción. Más grata fue mi sorpresa cuando me respondió, Venga vente conmigo hoy para que en verdad conozcas y toquetees esas maquinarias que tanto sueñas, verás cuando vuelvas como no me pides esto otra vez. Será fantástico observar y aprender de tu experiencia, vamos allá, le respondí para su asombro. Las maquinas del molino son grandiosas a la vez que sencillas por su naturaleza, nunca mejor dicho, puede utilizarse para mil y una cosas, le interrogué. En verdad que aunque allí solamente las utilizamos para moler harina, se puede hacer infinidad de cosas, moler trigo, aceitunas y hoy día generar electricidad, etc.
Al llegar al montículo donde está enclavado, impresionan tanto la grandeza de sus paredes como la cegadora luz que refleja su blanco inmaculado. Blancura majestuosa solamente capaz de conseguir nuestro “maese” Froilán, las paredes acicaladas como solamente él sabe conseguir a base de infinitos e interminables encalados, “maese” es la persona de la fábrica a tenerla reluciente. Cuando termina por una punta la otra está pidiendo de nuevo, todo ello debido al natural enclave junto a la ribera. Hay una gran humedad y en invierno si no se está encima rápidamente surge un verdín mugriento quitando la lozanía de la cual hacemos honor, me contó.
Desde una punta a otra y siempre blanco, todo lo que te rodea en el molino es blanco desde el silo donde el blanco amarillento de las semillas de trigo parecen brillas hasta el reluciente color polvoriento de la harina recién molida y cernida. Puedes notar que te falta algo, después de largo rato de observación, notas que es el color lo que echas en falta.

El molinero está acostumbrado a contar todo eso con un canturreo a ritmo del gorgoteo provocado por los vaivenes del agua al pasar por las diferentes compuertas, para chocar contra las rocas, volviendo en dirección a la tolva donde está enclavada las palas capaces de hacer girar cualquier cosa. En este caso los conos de piedra, destinados al aplastamiento de las semillas de trigo. Mediante ejes se transmite los diferentes  movimientos para conseguir hacer rodar estas inmensas piedras conoidales que te hacen estremecer al rugir y temblar el suelo. La función del molinero consiste en la tan fácil como complicada tarea de abrir y cerrar palancas y manivelas, destinadas a cortar o dar paso al agua bravía de la ribera, para amansarla y dirigirla a realizar su función: mover las distintas norias capaces de hacer funcionar el invento. Como es de menester debe dar el agua suficiente para que ruede, así como controlar el exceso para evitar alguna rotura por falta de control.
En el mismo molino encontramos la casa del molinero, habitáculo pequeño, austero pero pulcro, y eso sí bien encalado, como todo aquí. Hay un horno para la cocción del manjar más antiguo con el que el hombre se deleita: el pan.
Este molino fluvial donde he encontrado todas estas extrañas invenciones del hombre para el aprovechamiento de los recursos naturales de su entorno, respetando a la misma vez, se encuentra a pocos kilómetros de Trigueros. Pero para poder visitarlo debes superar una gran prueba, pues para visitarlo has de hacerlo en el siglo XIX o principios de éste. Si vas en la actualidad sólo conseguirás imaginarlo dadas las ruinas allí enclavadas, y mal conservadas. Sobre las piedras redondeadas por el surcar monótono de las aguas de la ribera. Está muy cerca del lugar denominado la “pasá de Santa Ana”, tan conocidas por nuestros mayores. Reconocida como auténtica maravilla pasada y seguro, futura, me dice; dados los provechos de los recursos naturales posibles en nuestro entorno. Claro, si pensamos en la tan de moda economía, no será futuro. O sí, dada la gran expansión del nuevo turismo, denominado, “turismo rural”. Quizás la historia del lugar, algunos buenos retoques, aprovechando el emplazamiento pueda hacer lograr la idea.
¡Qué, lo habíais pensado ya, verdad!
Correteando cerca del lugar he visto algo que debió tener su importancia, dicen de una fuente natural. Pero bueno esa es otra historia. Ya veremos.

7º RELATO.EN LA PRESA: El Unicornio Perdido.

7º RELATO.EN LA PRESA: El Unicornio Perdido.

Encontrándome en las cercanías de Trigueros. Antes de saltar el puente sobre la ribera de la Nicoba, dirección al Oeste, surge un caminillo que nos acerca a una antigua presa. Según los ancianos del lugar, su utilización fabril dejó hace un largo trecho de hacerse presente en la cotidianidad, para aparecer como simples amasijos de piedras abandonadas. Al parecer se usaba para embalsar agua para las fábricas cercanas, donde su utilización para infinidad de tareas hacía prever una alta movilidad social en la zona. Murió el interés económico, murió la presa. Según  me dicen. No obstante me acerco al lugar para conocer con mis ojos, aquello que cuentan los mayores como historietas pasadas.
Era blanco sin mancha, corcel radiante con larga crin, suelta al viento en su galope poderoso. No parecía temer mi presencia. Al verme, como después pude comprobar, me había visto desde antes que su presencia me asombrara. Nunca contemplé más preciada belleza, en un ser vivo, si lo era. Se deleitaba tomando agua pausadamente en la ribera. Riachuelo, casi, en otro tiempo fue la “ribera de la Nicoba”. De su frente creí observar, le emergía una protuberancia, bueno más bien era un largo caracol de casi dos palmos, perfectamente erguido en el medio de sus luceros negros, brillante en el contraste blanco de su pelo.
Parecía quererme decir algo, advertirme más bien de alguna cosa. Por la tristeza de sus pupilas debía de ser algo grave. Acercándome hacia la orilla opuesta, por encima de la que fue en otro tiempo “la presa”. Así llamaban, sin más paliativos aquel grueso muro de ladrillos macizos, reforzados con una gruesa pendiente de lajas para hacer valer su cometido: retener el agua, servir de embalse. Todo construido para el beneficio fabril, y si acaso algún ganado. Comprendí, por sus gestos, que no podría acercarme hasta él. Pues difícil tocar es a veces a los cuerpos reales menos aún a los mitos, como en sueños los vemos, los deseamos, lucharíamos por ellos aunque al despertar nos encontremos con la cruda realidad. Me hizo viajar en el tiempo. Allí surcando aquellas aguas retenidas para poder después utilizarlas en las labores de fabricación, en los riegos de las tierras linderas, en las albercas para paliar la sed de los animales. Hoy descuidada por los nuevos inventos, que son más intensivos, más rentables incluso, mejoran la calidad de vida en el corto plazo, aunque a costa del entorno. No sería tan difícil parar el tiempo en este lugar. Regenerar esa presa, poner en lugar tan cercano al pueblo una distracción que mejore nuestros niveles de calidad de vida, con poca inversión. Ahora llega la primavera, estación repleta de momentos estelares para el disfrute de la naturaleza. Debemos aprovechar los lugares que tenemos. El Unicornio hizo ver el buen lugar de esparcimiento con simples limpiezas del cauce, regeneración de la 2presa2 como antes. No hace falta crear una utilidad económica, quizás también sea necesaria una utilidad simplemente lúdica, de vuelta jugando con el Unicornio, seguro que todos lo hemos pensado alguna vez. Igual para mantener la afición de cuatro pescadores, que ahora deben ir a otros lugares donde practicar sus aficiones. Algún día puede que no tan lejano a alguien se le ocurra crear allí parte de lo que me enseñó el Unicornio. 
Puede parecer que no nos enteramos, que no nos queremos enterar. Pero en nuestro interior lo deseamos. Piénsalo: Discurre un murmullo de aguas que rompen contra las piedras, chapoteo de niños haciendo travesuras, croar de ranas (¿cuánto haces que no las oyes?) el canto de los pájaros y de pronto te despiertas, te ves bajo
 la sombra de un alcornoque al borde de aquella presa, y piensas ¡eh aquí, mi unicornio! Igual todos veamos algún día ese unicornio perdido. Quizás, aunque sea solamente los domingos.
(NOTA DEL AUTOR. Relato publicado en Historias de Aquí.'99.Después recogido en SALPICADURAS)

6º RELATO. El Pilar De La Media Legua

6º RELATO. El Pilar De La Media Legua

Menudo trozo de queso me voy a comer, pensaba Jacques mientras observaba un buen taco de queso, con aspecto de curado en exceso, oloroso como aquellos pies de algún buen cristiano.
Sentado sobre la parte más alta del muro, se zampaba un taco de queso, otro de pan, bueno o eso decían que era, dado los ingredientes que llevaba, que no por los días acumulados en su haber, por ello, más podría llamarse “regañá”.
Allí en lo alto divisaba como el mejor vigía todo lo que a su alrededor se olía. Miraba a Graciosa, siempre haciendo de las suyas, coqueteando con Serafín, por su parte siempre dispuesto a montarlas, tanto a ella como a las otras, pues buen semental era él…
Distraía un poco su atención durante el suculento deleitar del bocado, cuando tenía que lanzar con su honda, haciendo valer su maestría, pues para eso había sido campeón del “Campeonato  de la villa de la pedrada al apedreado” al haber logrado romper la crisma del pobre dilapidado en tres ocasiones seguidas, dando las tres en el canto de un ducado de oro. Era una manera de hablar pues no lo había visto nunca, sólo de oídas lo conocía. Se levantaba con tranquilidad, colocaba con la delicadeza de quien piensa no herir, la piedra en la honda, revoleaba aquella y un piss-pass estaba otra vez Traviesilla con su maná.
Jacques pasaba grandes ratos en el lugar, conocía de punta a punta las sanguijuelas, cómo había que dar de beber al ganado, cuando no estaba el abrevadero en las condiciones que pudieran agradar a Traviesilla, Graciosa, Serafín y el resto del rebaño.
Al pronto alzó la mirada, casi se atraganta con el taco de queso a punto de engullir, pues se acercaba un fantasma montando a otro. Bueno no era un fantasma pero podría haber pasado por tal, dado la poca materia que rodeaba al amasijo de huesos que parecían.
De pronto aquel caballero, dijo llamarse Caballero De La triste figura, se dirigió a Jacques con una  solemnidad fuera de lo común, tanto que aún habiendo pensado lo acorde de su nombre no fue capaz, nada más que eso, de pensarlo, sin abrir la boca. El queso mientras, ni para dentro ni para fuera.
Oiga señor de alto rango y gallardía, podría con su caballerosidad que a bien seguro cuenta, ayudar a un noble caballero cuyo nombre tengo de poseer es “Caballero de la Triste figura”, no sé por qué me pondrían tan poco agraciado nombre, pero con orgullo lo paseo, a bajar de mis más fiero corcel que como Rocino responde, para poder abastecernos del agua tan fresca que ha de tener este pilar de nombre…¿cuál dijo usted mi más fiel amigo?, preguntó el caballero a Jacques en medio de su asombro por el lenguaje y la confusión consigo de un pobre y humilde pastor con el caballero del más alto rango.
Digo a vuestra merced, pues antes no le dije aunque podría haberlo hecho si usted no hubiérame deleitado con tan sabias palabras, el lugar se llama El Pilar De La Media Legua, pues hace honor a la distancia que nos separa de la villa. En un corto espacio de tiempo estoy con vuestra merced para ayudarle a bajar de tan preciado corcel cuyo blanco deslumbra, le soltó  Jacques sin saber cómo ni dónde salieron esas carcajadas, pero ¿ cuando iba a tener ese trato él, otra vez?.
Entre tanto, un jinete se acercaba a gran velocidad campo a través espoleando a un jaco impresionante. Al llegar sin más contemplaciones llamó a Jacques: ¡Eh! Tú, chaval, el pastor, sí tú, ven a dar de beber a mi caballo que está sediento, vamos rápido, pastor.
Con una furia desorbitada el Caballero de la Triste Figura sacó su espada, si a aquello podía llamársele así, increpando al jinete todo fornido con un yelmo capaz de amedrentar al mismísimo Don Rodrigo Díaz de Almonaster de las Casa Bajas pues no había más barro. No llame usted pastor a este noble caballero si no quiere vérselas con el agudísimo filo de mi espada Tiznona.
El jinete comenzó a reír de una forma brutal mientras increpaba al contrincante diciéndole: Me vas tiznar con ella, ¡jajajaja!
Jacques viendo la que se avecinaba, y dada la defensa que hizo de él  aquél caballero, por muy pirado que estuviese, cortó la disputa rápidamente con la alusión de que él lo ayudaba de gusto y no por mandato, así aplacó la furia de ambos pues estaban en El Pilar De La Media Legua. Aquello servía para dar de beber al ganado, tomar agua del dulce manantial existente, y no un lugar cuya belleza se vea manchada por el color de tan nobles sangres de vuestras señorías, les dijo.

Además Jacques les contó una profecía que rondaba las boas más sabias de la villa, con lo que con ello aplacó y consiguió se dieran la mano el jinete y el Caballero de la Triste Figura honorablemente. Les dijo:
En el futuro esto no será un manantial que brote por si mismo. Saldrá pero gracias a las cosas que inventan los hombres. Éstos vivirán mejor y tendrán tiempo para venir a este Pilar de la Media Legua, a sentarse en los merenderos que habrá. Bajo las sombras de unos arbolitos muy bonitos que se sembrarán, tantas veces como sean necesarias y cuidarán para que los zagales se cansen de romperlos…
Bueno todo eso será si gracias o si creen conveniente los que se llamarán políticos, vamos lo que mandan, pero con otro nombre y además dicen mucho eso de…Porque puedo prometer y prometo…
Per o tienen que saber vuestras señorías, que solamente es una profecía, les recordó.
¡Joder! Se me ha caído  el reloj en el dichoso Pilar de La Media Legua.

(RELATO 5º)MI SUEÑO...SE PIERDE EL TREN.

(RELATO 5º)MI SUEÑO...SE PIERDE EL TREN.
      Hoy no es un día cualquiera. Hoy mientras me sujeto de la barandilla, mientras miro el resurgir del paisaje, del correr de los árboles, paseándose monótonamente delante de mis ojos. Veo surgir mil ideas, mil imágenes, incontables momentos pasados. Con la mirada perdida se fija en mis pupilas el reflejo del calendario colgado en la pared de enfrente, se filtra por encima de mis hombros. Es un calendario publicitario, de los que gusta tener a Anastasio. Resalta, con grueso trazo rojo en forma de círculo a su alrededor, el día de hoy. No, no es un día cualquiera.
         Pudiera haber sido uno más de los que me ausentaba de mi trabajo para desplazarme a la capital a arreglar algún asunto papelario de esta tan papelaria sociedad que estamos creando.
         Pero no, no es así, sí he ido a arreglar un papelucho, pero es el del fin de mis sueños, de mi trabajo también, pero principalmente de mis sueños, de nuestros sueños. Porque también a Anastasio se le acaban los suyos, por eso estaba tan señalado este día, tristemente señalado. Dice ser el 30 de Abril de 1969, ¿y bien? os preguntaréis. No, nada, si no fuera porque éste es el último recorrido que hago sujetándome a esta barandilla. Barandilla tan cercana al cristal que parece fundida a éste, cristal maravilloso: permite observar la naturaleza a su través, las primaveras. Que me resguarda y me da seguridad frente al frío. En fin, barandilla cristal, cristal barandilla todo con vaivén propio, arraigado y emotivo, casi cómplice con nuestro interior.
         Es el último paseo de Anastasio, que por su edad tampoco pasará a otro puesto. Él, acomodador-revisor, durante toda su vida, dedicada a esta magnífica profesión; servidora como guardabarreras en el paso de este caballo mecánico por la villa de Trigueros. Como pudiera haberlo sido en otro sitio disfrutándolo por igual.
          Un día cualquiera para todos, pero muy especial para nosotros, o por lo menos para los amantes del tren. Hoy se pierde otro sueño de ir y venir. De surcar kilómetros de vías, de campos, de árboles, de pasar momentos deleitándonos nuestra profundidad. En su camino, además, traslada gente que buscan llegar a su destino. Quizás, la premura en llegar al destino sea el mal que hará desaparecer este fantástico transeúnte mecánico.

         Hay más cosas importantes en un tren que la simple necesidad de llegar a un destino, de llegar a una hora marcada en una agenda. Nos arrepentiremos de esta pérdida. Como hay que ser competitivos...
       Como hay que ser competitivos, competitivos...
       Competitivos...   ...Y así habló el Sr. Ministro de Economía desde Bruselas... Fue todo desde Cadena Noticias. Piii...Piii...Piii... Son la una de la tarde...
      - ¡Eh oiga! Hemos llegado. Despierte. ¿Usted no se baja aquí?.
      - ¡Ah sí!. Perdone, no me di cuenta del tiempo, perdone usted.
      - ¿Qué te pasó Rosario?
      - Nada. Me dormí. ¡Ha estado bien, el último paseo en tren!.¡Verdad!.
      -¡En tren, dices!. Tú estás soñando. Será en autobús.
      -Sí, soñando. Déjame a mí, con mis sueños.


              ¡A que son hermosos los sueños de Rosario!
                       Luchemos por nuestros sueños.


(NOTA DEL AUTOR. Relato publicado en Historias de Aquí.'99.Después recogido en SALPICADURAS)


(RELATO 4º) UN HOMBRE DE GAFAS NEGRAS.


(RELATO 4º) UN HOMBRE DE GAFAS NEGRAS.

         Visité el otro día el convento del Carmen, donde comencé mi formación muy de pequeño; ahora llamado Centro Cívico Convento del Carmen, deleitándome con la restauración y ampliación del claustro antiguo y de la parte posterior respectivamente.
        Se han hecho grandes retoques para dejarlo, según parece, como pudo haber sido en un principio, que no como se encontraba antes de comenzar las mismas. En cuanto a estilo me refiero, pues no a su estado, el cuál era deplorable dado la dejadez reinante.
        Cuando de pronto, observo... Absorto mirando un rincón se encontraba un hombre alto, enjuto, de amplia barba aunque cuidada, melena recogida en coleta y gafas de sol. Dicho personaje me resulta conocido.
        Surge en mí el ansia de acercarme a él, preguntarle y así salir de dudas. Está parado desde hace largo rato en ese lugar.
        Cuando estoy a punto de romper la barrera que me impide tomar contacto con él, surge en mi mente una imagen nítida en la que aparece: dicho personaje, un niño de unos cuatro años y una mujer de corto pelo pero muy caracoleado. El niño se acerca al rincón, y delante de la imagen que allí se encuentra, deposita una lata de leche condensada. Levanta la mirada cruzándola, con la rapidez de un flash, con la imagen de la pared, la mirada del hombre alto y delgado traspasando los cristales de sus gafas negras. Por último se acerca la mujer de los caracoles.Acierta a decirle: -¿Es para él?.
     -No, es para otros niños más desafortunados que tú. Pues viven en un sitio donde no tienen que comer. Él es el mensajero encargado de llevarles estos alimentos-- Le responde la mujer.
     - El hombre le indica con el dedo-- Delante de la imagen de nuestra madre-- apuntando a la imagen del rincón-- que nos hace hermanos, te doy las gracias en nombre de esos niños y te digo que nos volveremos a ver otra vez aquí.
     De pronto casi sin percatarme de ello, me encuentro junto al señor de gafas negras.
     Al llegar hasta él me saluda. Me suelta como si nos conociéramos desde siempre:
    - ¿Te acuerdas de aquel día?. Te dije que nos volveríamos a ver. ¡Espero sigas con el corazón tan lleno de esperanza como entonces!-- dijo.
      No supe que contestarle. Le saludé cordialmente, anonadado por su presencia y claridad.En ese instante apareció la mujer de pelo corto, aunque más blanco, diciendo:

     - Veo que ya os habéis encontrado. Nada más llegar, preguntó por el niño de la lata de leche, tenía esperanza de llevárselo para que le ayudara en su ardua tarea-- dijo refiriéndose al personaje de gafas negras.
      -No puedo ir contigo, pero tal como aquella vez, delante de nuestra imagen. Para ti no sé, para mí solamente me recuerda a una madre con su hijo en el regazo, por ello en su nombre y en honor de todas las madres del mundo te digo: tienes todo mi apoyo y desde aquí intentaré ayudarte en todo lo posible para con los niños necesitados del mundo--le ofrecí.
     Él agradeció la generosidad diciendo-- estaremos en contacto, ya te llamo. Tienes mucho que aportar, al igual que mucha más gente en este mundo.
     ¡Ven tú también! Conoce el Centro Cívico Convento del Carmen. La imagen testigo está en el mismo lugar, en aquel rincón donde dos personas se comprometieron con una buena causa. Ya sabes, al fondo a la izquierda. Defiende tu causa.


(NOTA DEL AUTOR.Relato publicado en Historias de Aquí.'99.Después recogido en SALPICADURAS)

(RELATO 3º) POR UN OLVIDO.BUUFF,QUÉ RATO.

(RELATO 3º)  POR UN OLVIDO.BUUFF,QUÉ RATO.
        Lo pienso y lo vuelvo a pensar y aún no puedo creerlo. Estaba  intentando recordar lo ocurrido la noche pasada a un servidor de ustedes.
       Me veo sentado sobre mi cama, como todas las noches a la hora de dormir. Me desvisto sin ninguna anormalidad fuera de lo común. Bueno ahora que lo pienso hay algo diferente a todos los días. No es más que el dolor de pies que tengo al quitarme los zapatos, recién estrenados esta mañana.
       No lo recuerdo con toda claridad, todavía. Me observo dentro de una nebulosa que no ayuda a verme mejor para poder determinar lo ocurrido. Más bien que lo ocurrido, el por qué me ha ocurrido.
       Luces encendidas, la de la mesita de noche, la del centro de la habitación, pero ni por ello veo más claro. Supongo no es una cuestión de luz sino de claridad mental.
       Mis zapatos nuevos, eso sí, los veo brillantes. No se han arañado siquiera. Tal como una noche más me desvisto, me coloco mi pijama de punto, pues aún refresca al alba. Tiene unos muñequitos muy graciosos, pollitos saliendo del cascarón. Coloco mi vaso de agua en la mesita de noche. Bebo un sorbo del líquido.
       --¡Ah, ya tengo algo infrecuente en mí!. Bebí agua antes de dormir, cosa no habitual.
      Me recuesto sobre la cama. Un momento, algo se me olvida. ¿Qué es?. No consigo recordarlo. ¡Vaya!, apago la luz, pero sigo dándole vueltas a ese olvido, sin conseguir hallarlo. Tantas vueltas me hacen coger un sueño poco profundo.
      A ver repasemos. Me desvestí. Me coloqué mi pijama. Bebí un sorbo de agua. Apagué la luz central. Seguidamente la de la mesita. Hasta aquí sólo anormal lo del sorbito de agua.
      Sigo viéndome: estoy travelado, como se dice por aquí, al no estar dormido profundamente. Aparecen unos ojos brillantes delante de mí. Centrado en un gran agujero negro. Me encuentro acongojado. Intento darme valor. Me digo a mi mismo: " no es nada, debe ser un sueño y los sueños no hacen nada". Pero ahí están sin pestañear, esos ojos, cuyo brillo parecen alumbrar a los míos directamente. Nunca había tenido este sentimiento que tengo ahora: congoja.
       ¡Un momento! estoy sintiendo un frío helador en las plantas de los pies. ¿Qué será esto?. No me atrevo a mirar hacia abajo. ¿Será ese extraño agujero negro?. Igual me está dando un soplo con su helador vahído. Me aprieto más, pero contra qué. Contra mí mismo, " la cuestión es pasar este mal momento", me digo.
      Los ojos me miran más profundamente, si cabe. Siento una gran humedad. Mi cuerpo está humedeciéndose por momentos. Es una sensación real, ¡no puede ser un sueño!. Pero yo soy una persona preparada, no puedo creer en que esto me lo provoca un agujero negro de ojos brillantes.
     Un sonido, sí, es la lluvia lo que oigo. Parece que ha empezado a llover, sobre un cartón o algo así, estoy escuchando el sonido del agua amortiguado. ¿Será una gotera sobre la moqueta del piso?.

      Estoy notando cambiarme la sensación fría de las plantas hacia arriba, en un cambio de sentido y además esta vez la humedad es caliente.
     De pronto noto mi pie resbalarse precipitadamente, sin poder retenerlo. Buufff,  mi cabeza. ¡Qué ha pasado?, he notado un fuerte golpe en medio de mi vasta frente. Logro levantarme a trompicones, encender la luz. ¡Eureka!, ha desaparecido mi agujero negro, mi congoja disminuye lentamente.
     Pero no puede ser. Mi agujero negro se ha convertido en una persiana mal cerrada, por la que entraba los rayos de luz del alumbrado público. He sentido miedo, he temido a una persiana. Es de risa. Por lo menos ahora.
      Me observo, me miro, sin podérmelo creer.¡Qué desastre!, acabo de verme el inmenso chichón de la frente, además hacia un lado. Para mañana servir de guasa: " ¿te están saliendo?..." me lo veo venir.
      Me pregunto con qué pude resbalar. Miro el suelo, está empapado y peor aún: ¡mis zapatos nuevos!, recién estrenados desde la mañana. Parecen una lata de coger goteras, a medio llenar.
      ¡No puede ser!. ¿Qué me ha pasado?. Mi pijama está empapado desde la cintura hasta los pies. Ahora empiezo a comprender que me ha pasado esta noche. “Me he meado encima".
      ¿Cómo ocurriría?. Es mi primera vez en los diecidoscientos años que tengo.
       Parece increíble lo que puede provocar un olvido en una vida rutinaria. A mí por lo menos esta vez me servirá para recordar lo que había olvidado: "No fui a hacer pis anoche".
       Una persiana mal cerrada, un olvido, pensar o intentar recordarlo y un mal sueño puede desencadenar en un mal rato.
      Hoy pienso: "El miedo entre sueños puede aguarte una noche, ¡Verdad!".