12ºRELATO. RELIQUIAS. El Burro Bien Adornado A Mi Pueblo Ha llegado.

12ºRELATO.
RELIQUIAS. El Burro Bien Adornado A Mi Pueblo Ha llegado.
Pensando el día a adía, cogemos un barreño de polivinilo, un  vaso de cristal, una bolsa de plástico que nos dan en la frutería al comprar los tomates, mil y un utensilios modernos, inexistentes en nuestro pasado, en nuestra niñez. En un pasado tan cercano como puede ser el recuerdo de nuestros padres, algunos de nosotros ni siquiera recordaremos otros utensilios que no sean de esos modernísimos.
Han ido desplazando a una velocidad exorbitante los tradicionales objetos destinados para las labores más comunes de nuestra vida cotidiana. Desde el lebrillo, la tinaja, las vasijas de mil y una formas y utilizaciones en las antiguas cocinas, el jarrón, los botijos o los cántaros. Algunos han pasado a ser meros objetos ornamentales como el jarrón que además suelen ser traídos desde China o Taiwan. Al fin y al cabo los chinos también deben comer.
Quién no recuerda la pintoresca estampa que rememoraba hace unos días por el pueblo: un burro con todos los artilugios de nuestros ancestros en lo alto de su grupa. Desde el lebrillo, las macetas decoradas a mano, los botijos vidriados o al barro y los platos de mil distintas formas y tonalidades.
Hoy se compran para adornar los más variopintos rincones de nuestras, por suertes mejores y más amplias, casas. Esas macetas para las engalanadas festividades, para colgar en la pared de las chimeneas, pues tampoco quedan hoy tragantes: verdaderas palabras en desuso no tanto por el verdadero conocimiento de sus significados como por las modas. No es que estos adornos que colgamos sean mejores o peores que los de plástico o cristal, que también habrá opiniones dispares. Pero quién no se ha parado a pensar alguna vez en el montón de características propias que se nos extinguen con la pérdida de enseñanzas antiquísimas y que en unos años estamos despreciando de manera abrumadora. Estas artesanías merecen la pena ser mantenidas y enseñadas, recuperar los artesanos como fuente de nuestra cultura. De no ser así no tardará mucho que hablemos de ella como de las ballenas, reliquias en extinción o incluso extintas ya.
Una foto le he hecho al burro bien adornado que a mi pueblo ha llegado. En cada vasija que lleva colgando se puede imaginar una historia propia de nosotros o de nuestros padres. Pues no está tan distante este ayer.
El dornillo de barro o de madera en el cuál nuestra madre preparaba el gazpacho, ese gazpacho con su sabor tan peculiar, fresquito. Fresquito pero no como el de hoy que si bien puede estar más fresco con nuestro maravilloso combi que te enfría hasta el aliento si es necesario. Pero no me podréis negar que si apareciera un día de estos un dornillo colmado de gazpacho en el lugar más sombrío de la despensa o al son del agua del pozo, con su temperatura ideal, natural no os lo trincaríais sin pensar, si era para vosotros. Ni frío ni caliente sino en su punto, qué tomar más nostálgico y maravilloso.
Y si miras el búcaro, ahora es más sofisticado decir, botijo. Verdadero nombre éste, pero no por el que en nuestra tierra se conocía. Aplicábamosle el nombre de cierto jarrón para colocar flores, pero que le vamos a hacer así le decíamos. Ese manantial de agua que surge de su pitorro, ni muy grande ni muy pequeño sino el justo que el maestro alfarero le ha sabido imprimir por toda su experimentada vida. Ahora somos más prácticos: botella de el plástico en el combi de nuevo a raudales por ese pedazo de gañote que le han hecho, claro para solventar el derrame en un vaso, gargantas irritadas y antibióticos al cuerpo. Todo eso por no nombrar el último grito en inventos para enfriar el agua del grifito directo de las máquinas enfriaguas que seguro algo tiene que ver en el invento los dentistas y los farmacéuticos, pues bien te ponen para pasar casi a la Uci.
Y que me decís del pedazo de jarrón siempre solícito para traer el agua de la fuente a la cintura o sobre la cabeza de nuestras mujeres que siempre merecían y merecerán más que un simple recuerdo en estas líneas. Hoy ha pasado a formar parte del entramado ornamental de los rincones de nuestras casas, quizás soportando unas flores o simplemente, dependiendo de su tamaño, impidiendo en verdad del barrido cómodo de algún rincón. Seguramente será hasta de origen bastante oneroso, pero por ello mismo nos resultará magnificente a sabiendas que el verdadero valor se ha quedado en el camino y poco le habrá llegado al artesano por ser de origen chino. El chinito poco habrá probado más de un plato de arrocito.
Unos trazos de los de comer  pan migado, bueno eran de eso, ya no se come pan migado o galletas maría con leche en estos tazones. Ahora “semos europeos” y desayunamos tostadas con mantequilla y café cortado. Hay que desayunar sano, aunque ahora se descubre que la mantequilla hace que el colesterol se te vaya de la mano.
Cuantos momentos te vienen a la mente con esta reliquia delante. Si la reliquia más relevante es el propio burro. Bueno ahora son asnos, como ya no van quedando le cambiamos hasta el nombre. El burro como a mi me gusta llamarle, será por afición a serlo en el colegio, es la verdadera reliquia. No debemos de perder ni un momento en enseñar a nuestros vástagos la existencia de los pocos que van quedando ene l pueblo. Que después nos gusta llevarlos al parque zoológico a que vean otros animales que no menos importantes pero sí más distantes.

Lo he fotografiado. Para algo sí que hemos avanzado, antiguamente lo tendría que haber pintado y en un rato de paso no lo hubiéramos conseguido, ni con tanta nitidez, que tampoco somos artistas del pincel. Con este invento podemos en unos segundos inmortalizar con una retratografía al burro, al búcaro, al jarrón, al tazón, a los diferentes tipos de platos de mil y una formas y colores, pero lo más importante a nuestros sueños. Podremos recordarlos en un abrir y cerrar de ojos.
No disfrutaríamos con todos estos recuerdos y tantos otros que podríamos poner en algún salón-museo para ser visitado, por quién y cuando quiera. Luego  de soñar durante un rato con nuestra vida, o con la de nuestros ancestros. A fin de cuentas nuestra vida se compone de vivencias, de recuerdos y de olvidos, del día a día. Pero ante todo de nosotros.

A nuestros abuelos.

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