7º RELATO.EN LA PRESA: El Unicornio Perdido.

7º RELATO.EN LA PRESA: El Unicornio Perdido.

Encontrándome en las cercanías de Trigueros. Antes de saltar el puente sobre la ribera de la Nicoba, dirección al Oeste, surge un caminillo que nos acerca a una antigua presa. Según los ancianos del lugar, su utilización fabril dejó hace un largo trecho de hacerse presente en la cotidianidad, para aparecer como simples amasijos de piedras abandonadas. Al parecer se usaba para embalsar agua para las fábricas cercanas, donde su utilización para infinidad de tareas hacía prever una alta movilidad social en la zona. Murió el interés económico, murió la presa. Según  me dicen. No obstante me acerco al lugar para conocer con mis ojos, aquello que cuentan los mayores como historietas pasadas.
Era blanco sin mancha, corcel radiante con larga crin, suelta al viento en su galope poderoso. No parecía temer mi presencia. Al verme, como después pude comprobar, me había visto desde antes que su presencia me asombrara. Nunca contemplé más preciada belleza, en un ser vivo, si lo era. Se deleitaba tomando agua pausadamente en la ribera. Riachuelo, casi, en otro tiempo fue la “ribera de la Nicoba”. De su frente creí observar, le emergía una protuberancia, bueno más bien era un largo caracol de casi dos palmos, perfectamente erguido en el medio de sus luceros negros, brillante en el contraste blanco de su pelo.
Parecía quererme decir algo, advertirme más bien de alguna cosa. Por la tristeza de sus pupilas debía de ser algo grave. Acercándome hacia la orilla opuesta, por encima de la que fue en otro tiempo “la presa”. Así llamaban, sin más paliativos aquel grueso muro de ladrillos macizos, reforzados con una gruesa pendiente de lajas para hacer valer su cometido: retener el agua, servir de embalse. Todo construido para el beneficio fabril, y si acaso algún ganado. Comprendí, por sus gestos, que no podría acercarme hasta él. Pues difícil tocar es a veces a los cuerpos reales menos aún a los mitos, como en sueños los vemos, los deseamos, lucharíamos por ellos aunque al despertar nos encontremos con la cruda realidad. Me hizo viajar en el tiempo. Allí surcando aquellas aguas retenidas para poder después utilizarlas en las labores de fabricación, en los riegos de las tierras linderas, en las albercas para paliar la sed de los animales. Hoy descuidada por los nuevos inventos, que son más intensivos, más rentables incluso, mejoran la calidad de vida en el corto plazo, aunque a costa del entorno. No sería tan difícil parar el tiempo en este lugar. Regenerar esa presa, poner en lugar tan cercano al pueblo una distracción que mejore nuestros niveles de calidad de vida, con poca inversión. Ahora llega la primavera, estación repleta de momentos estelares para el disfrute de la naturaleza. Debemos aprovechar los lugares que tenemos. El Unicornio hizo ver el buen lugar de esparcimiento con simples limpiezas del cauce, regeneración de la 2presa2 como antes. No hace falta crear una utilidad económica, quizás también sea necesaria una utilidad simplemente lúdica, de vuelta jugando con el Unicornio, seguro que todos lo hemos pensado alguna vez. Igual para mantener la afición de cuatro pescadores, que ahora deben ir a otros lugares donde practicar sus aficiones. Algún día puede que no tan lejano a alguien se le ocurra crear allí parte de lo que me enseñó el Unicornio. 
Puede parecer que no nos enteramos, que no nos queremos enterar. Pero en nuestro interior lo deseamos. Piénsalo: Discurre un murmullo de aguas que rompen contra las piedras, chapoteo de niños haciendo travesuras, croar de ranas (¿cuánto haces que no las oyes?) el canto de los pájaros y de pronto te despiertas, te ves bajo
 la sombra de un alcornoque al borde de aquella presa, y piensas ¡eh aquí, mi unicornio! Igual todos veamos algún día ese unicornio perdido. Quizás, aunque sea solamente los domingos.
(NOTA DEL AUTOR. Relato publicado en Historias de Aquí.'99.Después recogido en SALPICADURAS)

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